Tras esquivar una detención inminente, Anglés se refugió en un chalé abandonado con vistas a la estación donde planeaba hacerse con un coche. La Guardia Civil había desplegado helicópteros, perros y agentes, pero un error en el operativo —y quizás una filtración— le dio margen para moverse. Desde entonces, su fuga se volvió más peligrosa: robos, secuestros, amenazas y testigos silenciados por el miedo.
El rastro lleva a Portugal, donde el fugitivo cambia de aspecto, se hace pasar por un pescador y termina embarcado como polizón en el City of Plymouth, rumbo a Dublín. La tripulación lo encierra en un camarote asegurado… del que desaparece sin dejar rastro. Las versiones apuntan a una fuga imposible: sin forzar la puerta ni romper los tablones que sellaban la ventana. La única explicación plausible es que alguien, desde dentro, le ayudó a escapar.
Treinta años después, el misterio permanece. ¿Quién le tendió la mano a bordo? ¿Fue traicionado el operativo desde dentro? El caso Anglés no solo es la historia de una fuga: es el relato de una cadena de errores, miedos y decisiones que permitieron al asesino más buscado de España seguir adelante… y desaparecer.