Las recientes filtraciones de mensajes de WhatsApp entre Pedro Sánchez y su exministro de Transportes, José Luis Ábalos, han puesto en evidencia la dureza de las valoraciones internas del presidente hacia figuras clave del Gobierno y del PSOE. Los calificativos y reproches dirigidos a Pablo Iglesias, Margarita Robles, sumado a las críticas hacia varios barones socialistas, reflejan el clima de desconfianza y las fricciones que marcaron la gestión de la coalición y la convivencia interna en el partido.
Pablo Iglesias: del "torpe" al "maltratador"
Las conversaciones revelan la profunda desconfianza y el malestar de Sánchez hacia Pablo Iglesias, entonces vicepresidente y líder de Unidas Podemos. El presidente no solo le tilda de "torpe", sino que llega a calificarlo como "maltratador" y practicante del "cuñadismo", mostrando así su hartazgo ante las maniobras y la comunicación de su socio de coalición.
"Qué torpe es Iglesias lanzando su vídeo en plena rueda de prensa. Yo creo que ya no es maldad sino estulticia", expresó Sánchez.
Además el jefe del Ejecutivo hizo una reflexión irónica sobre las intenciones de Iglesias tras presentarse como candidato a las elecciones autonómicas de Madrid en 2021, considerando que el movimiento no era un paso atrás como valoraba Ábalos sino que era un gesto muy de "sujétame el cubata", en alusión a posibles intenciones de debilitar al PSOE y ganar adeptos de la izquierda por parte del antiguo líder de Podemos.
Margarita Robles: "pájara" y distancia en la confrontación
La ministra de Defensa, Margarita Robles, tampoco escapa a los dardos del presidente. Sánchez la describe como "una pájara" y bromea sobre su supuesta obsesión con el uniforme, en referencia a su tendencia a desmarcarse de la línea dura del Gobierno frente a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. Los mensajes dejan claro que Robles era vista como una figura poco alineada con la estrategia de confrontación defendida por Moncloa.
Además en la conversación se emplea el término "Malasaña" para referirse a la ministra, en alusión a la figura de Manuel Malasaña, una mujer asesinada durante el levantamiento de la población capitolina contra Napoleón en 1808; lo que supone un dardo hacia la ministra por una entrevista en la Sexta. En ella Robles justificaba por qué la presidenta Ayuso hablaba bien de ella y por qué entendía que no era bueno seguir con la táctica de seguir confrontados con la dirigente madrileña, visión que chocaba de frente con la de Pedro Sánchez.
Más señalamientos y críticas a socios del Gobierno
Estas críticas se suman a los mensajes filtrados donde se muestra como Sánchez encargó a Ábalos la tarea de "marcar" y acallar a los barones socialistas críticos, como Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán, Emiliano García-Page y Ximo Puig. El presidente no dudó en solicitar un toque de atención a su exministro ante las quejas sobre los pactos con partidos independentistas, lo que ilustró la tensión interna y la prioridad de mantener la disciplina en el partido.
Desde el PSOE se ha restado importancia a la filtración, insistiendo en que se trata de "mensajes privados" que "no aportan absolutamente nada" y denunciando que su publicación responde a una estrategia para dañar al partido en un momento delicado. Sin embargo, cada vez aparecen más exposiciones y calificativos crudos que exponen las fracturas internas y alimentan el debate sobre el clima real en el seno del Gobierno y el PSOE.
Las filtraciones, obtenidas por la Guardia Civil en el marco del caso Koldo y presuntamente filtradas desde el entorno judicial, han suscitado preocupación en Moncloa, que pide investigar el origen de la publicación y lamenta que conversaciones privadas hayan visto la luz. La publicación de los mensajes entre Sánchez y Ábalos ha dejado al descubierto la dureza del debate interno en el Gobierno y el PSOE, así como la fragilidad de las alianzas tejidas durante la legislatura de coalición. Más allá de los calificativos y reproches personales, los chats reflejan la complejidad de gestionar un Ejecutivo plural y un partido con voces críticas. El episodio abre, además, un debate sobre los límites de la privacidad y el uso político de las filtraciones en la vida pública española.
