La Universidad de Oviedo ha participado en esta investigación junto a la Universidad de Santiago de Compostela, el Centro de Investigación Interuniversitario de los Paisajes Atlánticos Culturales (CISPAC) y el Centro de Investigación Marina de la Universidad de Vigo. Arturo de Lombera Hermida, profesor de UniOvi ha codirigido el estudio.
Entre las evidencias que han encontrado destaca la referente al clima. No era muy diferente hace más de 41.000 años al que tenemos ahora en el noroeste peninsular. Hacía más frío, pero llovía un poco menos. A partir de la información ecológica que aportan las más de 30 especies identificadas en la cueva -varias de ellas extintas a día de hoy, como el rinoceronte lanudo o la hiena- los investigadores han podido deducir una temperatura media anual sensiblemente inferior a la actual, con un descenso medio de -3 ºC; mientras que las precipitaciones se mantuvieron bastante elevadas, con una diferencia de tan solo 150 mm anuales menos que en la actualidad.
Se puede decir, como se dice ahora, que éramos un refugio climático. Mientras en otras zonas el clima era mucho más adverso, aquí nuestros antepasados neandertales encontraron unas condiciones que les permitió sobrevivir más tiempo.